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 PDR. Pokémon: Distintas realidades

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Van

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MensajeTema: PDR. Pokémon: Distintas realidades   PDR. Pokémon: Distintas realidades EmptySáb Ene 02, 2010 2:31 pm

Citación :
Veamos, he borrado mi otro fic, ya que tenía muchos errores y me daba pereza corregirlos todos xd
Este, a mi parecer, está mucho mejor. Tiene mejores personajes y mejor historia, está mejor narrado... Bueno, pero es podéis verlo por vosotros mismos. Aquí os dejo el prólogo y el primer capítulo de "Pokémon: Distintas realidades." :3

PDR. Pokémon: Distintas realidades.

Prólogo

La predilección de la joven Coghen por los pokémon del tipo siniestro nunca había pasado desapercibida para nadie. Tampoco su afición por los combates.
Alma Coghen era una joven de catorce años que vivía en la región de Johto, concretamente en Ciudad Iris. Era una chica algo fría y le no le gustaba en absoluto mostrar sus sentimientos, totalmente al contrario que su hermana.
Alma y Edith eran hermanas gemelas. Físicamente eran idénticas, pero su distinta forma de vestir y su personalidad las diferenciaban completamente. Alma casi siempre se mostraba distante, excepto con las pocas personas con las que realmente llegaba a congeniar, mientras que Edith siempre se relacionaba con todo el mundo y le encantaba hacer amigos. Alma la odiaba.
Los Coghen eran una familia adinerada que vivía a las afueras de Ciudad Iris. La madre de Alma, Pernilla, era descendiente de las Chicas Kimono. Por esta razón, poseía las tres evoluciones de Eevee obtenibles con piedras evolutivas: Jolteon, Vaporeon y Flareon. Cuando las gemelas cumplieron diez años, Pernilla les regaló un huevo de Eevee a cada una.
Del huevo de Edith nació una pequeña Eevee, a la que Edith llamó Ribbon y le puso un lazo rosa en la cola. Alma tembló al ver a la pobre Eevee con esa cursilada puesta, pero supuso que dentro de poco la recién nacida seria igual de estúpida que su entrenadora, y lo dejó pasar.
A su vez, del huevo de Alma nació otra Eevee, un tanto peculiar. Tanto que tuvo que esconderla hasta que los lloros de Edith por esa cosita plateada cesaron. En efecto, una Eevee brillante. Este hecho no dejó indiferente a nadie en la gran mansión de los Coghen, puesto que hasta las personas que servían en la casa se acercaban a la habitación de Alma para ver a la pequeña Dunkel. Alma llamó así a su Eevee porque no tenia ninguna duda de que la “cosita plateada” algún día evolucionaría a Umbreon. “Dunkel”, oscura, le pareció el nombre perfecto para ella.
Pasado un año o dos del nacimiento de las dos Eevee, Alma Coghen se encontraba entrenando a Dunkel en la medianoche. 'Dunkel, ataque rápido contra la roca', le ordenó. La gran roca, que era el triple de grande que la Eevee de Alma, terminó hecha añicos en el suelo. Antes de que Alma pudiera felicitar a su pokémon, esta comenzó a brillar. Lo que la joven había esperado durante tanto tiempo, estaba teniendo lugar. Poco a poco la forma de Eevee fue cambiando. Se hizo más alta y sus extremidades se estilizaron. Cuando el destello que envolvía a Dunkel se disipó, Alma vio sus profundos ojos amarillos y los aros azules que desprendían un hermoso brillo a la luz de la luna llena. Se acercó a Dunkel y la abrazó. 'Felicidades, compañera', le dijo.




Capítulo 1

Sin pensárselo dos veces, Alma Coghen entró en la tienda pokémon. Dunkel iba a su lado

-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarte? - La saludó la dependienta, una mujer alta y con el pelo rubio y rizado.
-Quería comprar dos pokéball – Dijo Alma, acariciando la cabeza de Dunkel y con una disimulada sonrisa en el rostro. Sin duda, tramaba algo.
-Aquí tienes – Le dijo la dependienta entregándole una pequeña bolsa de papel beis. - Oye, ¿ese Umbreon es tuyo? - Le preguntó mirando a Dunkel.
-Así es – Le respondió Alma mirándola con ojos inexpresivos, aunque se podía adivinar algo de hostilidad en esa mirada.
-Es... precioso. - Dijo la mujer esquivando la mirada de la joven Coghen.

Alma asintió y salió de la tienda rápidamente. Tenia otros objetivos en mente. Había oído a la gente de la ciudad hablar sobre un extraño pokémon que había aparecido en en la Torre Quemada. Según ellos, parecía haber salido del infierno. Sin duda era un pokémon que le interesaría a Alma.
Sin saber con qué se iba a encontrar, ni preocupada por ello, la joven puso las pokéball en su cinturón y se encaminó hacia la Torre Quemada. Como de costumbre Dunkel la acompañaba, ya que sólo la metía en su pokéball en contadas ocasiones. La gente siempre la miraba cuando caminaban por la calle, y después miraban a su extraña entrenadora, una chica no muy alta, de pelo oscuro y tez clara, siempre vestida de negro y que caminaba con las manos en los bolsillos. Se veía a la legua que a Alma le fascinaban los pokémon de tipo siniestro.
Alma Coghen reflexionó sobre su situación mientras se dirigía a la Torre, que se alzaba en el horizonte. Ya había cumplido catorce años y era realmente buena en los combates, aunque solo tenia un pokémon, aunque esto último era un hecho que pensaba cambiar en los próximos minutos. El misterioso pokémon de la Torre Quemada era el primer pokémon que iba a atrapar con sus propias manos. Sonrió disimuladamente y miró a la Umbreon que caminaba a su lado. Levantó la vista justo en el momento en el que la Torre Quemada quedó a tres pasos de ella.

-Vamos allá, Dunkel. - Dijo respirando hondo. Avanzó con paso decidido hasta la puerta de la gran torre.

Abrió la puerta con cuidado para no advertir al pokémon de su presencia. El interior estaba totalmente oscuro.

-Dunkel. - Fue lo único que dijo.

Su pokémon entendió el mensaje inmediatamente e hizo que sus aros azules se iluminaran. Poco a poco las sombras de la gran sala dónde se encontraba Alma Coghen fueron tomando forma. Unas escaleras, telas quemadas, y sobretodo, muchos agujeros en el suelo. Con mucho cuidado para no caerse, se asomó por el gran vacío que se abría justo en el centro del lugar. Sintió frió, una ráfaga de aire, algo que se movía, unos destellos azules, unos ojos rojos iluminados que la miraron antes de desaparecer. Alma cayó hacia atrás y se quedó sentada en el suelo a causa de la confusión.

-¿Has visto eso, Dunkel? - Preguntó mientras intentaba respirar con normalidad. Su Umbreon asintió – Era... ¿un pokémon?

Antes de que Dunkel pudiera contestarle, Alma sintió algo moverse detrás de ella. Se levantó de un salto. Ahogo un pequeño grito al descubrir al causante de ese movimiento.
Un pokémon negro como el azabache, con un hocico naranja que dejaba entrever unos afilados dientes. La miraba con rabia. La joven supo de qué pokémon se trataba a los pocos segundos de contemplar los largos cuernos que le crecían sobre la cabeza.

-Así que tu eres el famoso pokémon del infierno, ya. - Dijo Alma con notable indiferencia. - Pensé en un pokémon nunca visto, algo realmente extraño, un pokémon legendario quizás, y me encuentro contigo. - Negó con la cabeza. El oscuro pokémon la miró con notable odio. No le gustaba que le subestimaran. - Pero, ya que he venido hasta aquí, - Prosiguió Alma – te atraparé. - Sentenció.

Lo miró a los ojos por primera vez, con una mirada neutra. El odio que destilaban los ojos del pokémon era palpable en el ambiente.

-Dunkel, ataque rápido. - Dijo Alma tranquilamente. Su pokémon obedeció y atacó.

La Umbreon de Alma era muy rápida, así que golpeó a su contrincante y le tiró contra la pared. El pokémon dañado se levantó rugiendo. Cuando se recuperó, corrió hacia Dunkel y, le mordió el costado con unos dientes encendidos en llamas.

-¡Libérate del colmillo fuego y usa ataque arena, Dunkel! - Contraatacó Alma. Le encantaban este tipo de batallas.

Dunkel se sacudió y se quito de encima al enrabiado pokémon. Le lanzó un puñado de cenizas a la cara. El pokémon se quedó inmovilizado intentando oír los pasos de Dunkel para poder esquivarla, ya que no la veía. Alma vio la batalla ganada y sonrió para sus adentros.

-Dunkel, - Dijo, sacando una de las pokéball que había comprado – acabemos con esto. ¡Atrápalo con mordisco y después lánzalo contra la pared!

La pokémon mordió con fuerza a su contrincante y con un gran esfuerzo, porqué el negro pokémon era bastante más grande que ella, lo lanzó contra la pared. El gran pokémon no se debilitó por completo, pero si estaba algo cansado. Alma le lanzó la pokéball. Tras unos segundos que a ambas, Alma y Dunkel, les parecieron una eternidad, el pokémon consiguió salir de la pokéball de la joven Coghen.

-Mierda... - Murmuró Alma - ¡Dunkel, ataque rápido!

La umbreon brillante corrió con sus aros iluminados hacia el gran pokémon que respiraba agitadamente por el cansancio. Lo embistió con tal fuerza que volvió a estamparse contra la pared y esta vez sí cayó debilitado. Alma le tiró la pokéball de nuevo.

-Uno... Dos... Tres... - Contó la joven en voz muy baja. La pokéball dejó de moverse tras tres largos segundos. Alma Coghen se acercó a ella y la cogió con su mano derecha. - Te tengo, Houndoom. - Murmuró.



Brake Damson se despertó pronto aquella mañana de Abril. Eran las ocho de la mañana y el sol lucía en Isla Canela, Kanto. Se asomó por la ventana como cada mañana y no pudo evitar que un escalofrío le recorriera la espalda. Después de quince años viviendo en aquella isla, todavía no se había acostumbrado a la belleza de las aguas del mar a la luz del sol de la mañana. Respiró hondo y el olor salado del mar le inundó las fosas nasales. Sonrió. Estaba feliz.
Había vuelto a casa después de una larga expedición por la región de Sinnoh para atrapar pokémon. Al joven Brake siempre le había fascinado la belleza de los pokémon, por eso se dedicaba a atapar extraños pokémon brillantes. Brake recordaba con toda claridad el día en que su fascinación por estos pokémon tomó forma. Se puso a pensar en ello mientras contemplaba el mar.
Por aquel entonces Brake sólo tenia doce años. Estaba jugando tranquilamente con sus amigos, Fred, Tommy y Lisa, en el caserón abandonado. Jugaban al escondite, y Brake, Tommy y Lisa corrieron a esconderse mientras Fred contaba. Brake se separó de sus compañeros sin darse cuenta, y terminó en una sala oscura tras caerse por un agujero del suelo. Lloró desconsolado pero nadie acudió en su ayuda. Se acurrucó en un rincón pensando que nunca podría salir de ese lugar.
Tras unos pocos minutos de desesperanza, una luz azul le hizo levantar la cabeza. Un pokémon de color claro y llamas azules sobre su lomo, su cabeza, su cola y parte de sus patas, caminaba hacia él con tranquilidad. Era un Ponyta, Brake lo sabía porque su hermana Estela tenía uno, pero el fuego del Ponyta de Estela era naranja y no azul. Miró al pokémon con los ojos muy abiertos, sin saber muy bien el motivo por el cual ese pokémon tenia unos colores distintos.
El Ponyta se acercó al joven y le animó con un gesto a subirse encima suyo. Trotando a gran velocidad, llevó a Brake a la salida de la mansión y volvió a entrar dentro, desapareciendo como si de un fantasma se tratara.
Brake corrió a su casa y se lo explicó todo a sus tres hermanas. Claire, Estela y Alesha escucharon atentamente a su hermano pequeño.

-Lo que has visto es un Ponyta brillante, Brake. - Dijo Claire, la mayor.
-¿Brillante? - Dijo el chico sorprendido.
-Así es- – Le dijo Estela. - Ese tipo de pokémon no se ven todos los días. Es más, es totalmente extraordinario encontrarse con uno. Has tenido mucha suerte, pequeño.

Brake sopesó durante unos instantes las palabras de sus hermanas. Un pokémon realmente especial... y bello. Bellísimo. En ese momento, Brake pensó algo que cambió su vida.

-Quiero atrapar a ese pokémon. - Dijo, decidido.
-¿Estás seguro de eso? - Le preguntó Alesha extrañada. Su hermano nunca había mostrado ningún tipo de interés por los pokémon.
-Sí. Después viajaré por el mundo atrapando pokémon brillantes.
-¡Es una magnífica idea, Brake! - Se alegró Estela.
-Si vas a atrapar un pokémon del tipo fuego, lo mejor será que Alesha te preste uno de sus pokémon de agua. - Dijo Claire mirando a su hermana pequeña.
-Sin problemas. Te acompañaré a por ese Ponyta. - Le dijo Alesha a Brake.
-¡Pues vámonos! - Gritó Brake entusiasmado cogiendo a su hermana de la mano y arrastrándola fuera de la casa.

Unos pasos interrumpieron los recuerdos de Brake Damson. Era Alesha. Era la pequeña de sus tres hermanas mayores, tenía 18 años, y era la que más relación tenia con el joven.

-Tan madrugador como siempre, hermanito. - Le dijo.
-Ya ves. - Contestó el joven quinceañero, sin dejar de observar el mar.
-¿Has dormido bien? - Le preguntó. El le contestó con un asentimiento. La chica fijó su mirada en un barco que se aproximaba al puerto. - Claire, Estela y yo queremos ver tus nuevos pokémon. ¿Bajas?
-Me visto y voy, prepara el desayuno, anda. - Le dijo mirándole a los ojos con gesto de súplica fingida.
-Hay que ver que morro tienes. Date prisa anda. ¿Tortitas con caramelo?
-Y mucha nata. – Le dijo el joven guiñándole un ojo.


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